AQUELLAS TARDES ROJAS / PARTE 2

Tenía los ojos hinchados, había llorado por muchos días, por muchas horas, varias luces habían pasado y se habían oscurecido, varios puentes se habían roto y yo dejaba de sangrar, Andrés se había ido, sin embargo yo sabía que volvería a aparecer, lo presentía, tenía esa extraña seguridad de que nada se había perdido.
Probablemente se fue a las montañas a pensar un rato, a los bosques de pino que tanto le gustaban, ya lo podía imaginar, debía estar acostado sobre un manto crujiente de color rojo mirando al cielo con sus ojos vidriosos, quizás tendría sus manos en la cabeza y los pies cruzados, el viento pasaría y acariciaría su cabello y unos cuantos bichitos pequeños se le meterían a los bolsillos, el viento despejaría su mente y una sonrisa se dibujaría  en sus labios.
Ya que él estaba bien me tranquilice, y fui a la cocina, saque de la alacena unas galletas, el papel brillaba reluciente con una luz amarilla gracias al sol que entraba por la ventana, era uno de esos días en que las nubes son de mantequilla y el cielo es de un azul profundo, uno de esos días en que por arte de magia desaparece la maldad del mundo. Sonreí y abrí el refrigerador, mis manos sintieron el cambio de temperatura y desearon el envase frío de aquella botella de leche, caminé a la sala y me recosté en aquel sofá mirando a la ventana, el chocolate se mezclaba en mi boca y mi lengua hacia que bailaran los trocitos por todo el lugar, bebía solo sorbos justos de leche  para sentir la mezcla perfecta de sabor, aquella textura combinaba con el brillo de aquel día, con las aves y con las nubes, con la paz que me daba aquel bosque y su sonrisa sincera.
Salí a caminar un rato, las campanillas de la puerta ambientaron mi ausencia, la puerta roja se cerró con suavidad, era una de esas puertas pesadas que tenían contenidas  todas las puertas del mundo, pesada y suave, llena de seguridad y nobleza, esa puerta contenía a mis abuelos en su robusto cuerpo. El aire de afuera acarició mi rostro y mi blusa blanca que ondeaba plácidamente con cada hondonada. Apoyé mi mano sobre la baranda mientras bajaba las escaleras,  acariciaba cada lazo de soldadura que unía un tubo con otro, sentía la belleza que estaba en todo, todo el mundo era la conjunción de átomos en movimiento y danzaban armónicamente con los míos, la angustia había desaparecido, el mundo lo entendía y me acogía en su flujo.
Tomé el ascensor, no aguantaba esperar quince pisos para recorrer el pavimento, diez, nueve, ocho, un vació en mi estómago se creaba, siete, seis, cinco, se subió una pareja, cuatro, tres, dos, un tierno beso y una mirada, tomaron sus manos y dieron un paso hacia el primer piso, se perdieron en el reflejo de la puerta y doña lucia que entraba con su perro, saludé amablemente a don Marcos el celador del conjunto, el me saludo y sonrió, lo supe porque su bigote subió hasta su nariz, salí por la puerta y otra hondonada de aire me recibió, un gato cruzó en frente mío, me miro con disimulo y se deslizo persiguiendo una paloma, la paloma se percató y salió volando rápidamente posándose sobre un cable de luz donde estaban otras tres palomas, una de ellas descargó una gran cantidad de popo sobre el hombro de aquel hombre gordo que estaba esperando un taxi, el hizo una mueca chueca y sacó precisamente ese pañuelo donde se había sonado la nariz previamente, se limpió con agilidad mientras ponía el portafolio entre las piernas y paraba el taxi con la otra mano, el taxista no se detuvo ya que estaba un poco distraído mirando las nalgas de doña Rosa, yo también me hubiera distraído con doña rosa, que cuerpo el de esa señora, con sus amplias caderas y su cintura delgada, sus senos bondadosos y su vestido de flores que se confundían con sus rizos negros, doña Rosa sonreía y se contoneaba con una bolsa de mercado, entró a la tienda del barrio mientras salía Felipe con una bolsa de dulces en su mano, tenía toda la boca llena de chocolate y los ojos medio extraviados, el chocolate no le hacía muy bien pero no le importaba, le daba energía para jugar todo el día y toda la noche y toda la mañana, creo que a los que no les hacía bien era a los papás que no lo podían controlar luego de una chocolatina y media. Felipe salió a correr y sus cordones desamarrados bailaban de lado a lado, pisó uno y fue a dar al suelo raspándose toda la rodilla, la costra que le saldría se la comería días más tarde, una mano se estiró con la paciencia de quien sabe que un golpe no es nada, era aquel viejito cascarrabias que le daba de comer a las palomas por las mañanas, Felipe le tomó la mano, se levantó y llorando lo miró, salió corriendo sin darle las gracias y sin atarse los cordones, dos cuadras más tarde se volvió a caer y se le cayeron la mitad de los chocolates a la alcantarilla, eso le dolió más que los dos golpes y entendió que debía atarse los zapatos, ya no se le caerían más los chocolates, el viejo lo miró alejarse con rapidez, giro su cabeza, tenía el ceño fruncido, parecía de mal genio siempre, tenía una mirada profunda, como si supiera muchas cosas de todo.
Caminé hacia la tienda, me compré un helado de maracuyá  y salí dando lengüetazos como loca, que delicia era comer helado en un día soleado como ese, me senté en una banca del parque que estaba cerca al conjunto, las varillas de los columpios rechinaban con cada sube y baja, los niños se lanzaban por los toboganes que más parecían sartenes frita muslos, unos muchachos pasaban fumando marihuana y se reían, no se hablaban pero se reían,  los perros hacían popo, se olían  y corrían subiendo las pequeñas montañas de pasto.
Estaba absorta mirando el parque cuando sentí la presencia de alguien, era aquel viejito cascarrabias, se había sentado a mi lado sin decir palabra, los dos mirábamos el sol caer, eran ya las cinco y cuarenta y cinco de la tarde, algunas luces artificiales ya comenzaban a alumbrar con su característico color naranja mientras el cielo seguía en su profundo azul, quise tomar algunas fotos de aquel momento pero no había sacado mi cámara, son esos momentos en los que uno desea que el futuro llegue y poder tener una cámara integrada al cuerpo, y poder tomar todas la fotos que uno quiera con la luz que realmente se ve.
El viejito respiró profundo y pronunció una palabra que me sobresaltó: Andrés.
Yo lo miré desconcertada, como sabia él de Andrés, por más que le daba vueltas al asunto no podía entenderlo, dejó de mirar el ocaso y dirigió su mirada hacia mí, tenía los ojos color café con un poco de miel, su ceño fruncido y las arrugas de su rostro me parecían familiares, pero no podría decir a quien se parecía, de cerca ya no se veía tan cascarrabias, él me estaba estudiando con su mirada penetrante igual que yo, sin embargo él no solo veía mi rostro, él estaba buscando más allá de lo que veía.
-Se llama Andrés y se ha ido ¿cierto?
 - Si pero va a volver.
Dije muriéndome de la curiosidad
- ¿Y porque estas tan segura de que va a volver?
- La verdad no sé, lo siento, siento que así será, como cuando uno siente que todavía no es el final de algo, así
-Entiendo, y en el caso que no vuelva, ¿qué pasaría?
-¿pero cómo?, ¿cómo así que no va a volver?
-solo es una suposición, ¿qué pasaría si no volviera?
-No sé, creo que me dolería mucho, con él me dan ganas de reír, de salir, de dibujar, de correr, de ver las flores , de oler perros, de hacer nubes, de estallar ese plástico de burbujas, de caminar por las calles, de mirar las estrellas, de ir a las aburridas reuniones familiares, de hacer el amor mientras el sol se oculta y que me susurre al oído que soy lo mas hermoso que ha visto en el mundo, de saltar a un río, de accidentarnos y que nos recuperemos lentamente en un hospital, de volar, de bailar champeta en la costa o en cualquier discoteca, de comer 1000 hamburguesas y salir todos los días a las seis de la mañana a correr, de conocer a su familia y mirar los álbumes  de fotos y que su mamá me muestre cuando estaba pequeño y desnudo, de preocuparnos por el dinero y salir adelante juntos, de tener largas charlas con su padre sobre política o mecánica industrial o de lo que sea y jugar  partidas de cartas con su hermana apostando lo del mercado, de comer langosta con teche condensada, me dan ganas de emborracharme en la playa y que se nos meta la arena por todo lado, de hacer estupideces, de abrazarlo y besarlo y cantar bajo la lluvia, si… es eso, con él me dan ganas de vivir, de crear.
- entiendo, ¿y sin él de que te dan ganas?, o ¿no sientes ganas?
-Sin él… sin él… pienso que está bien, este día estuvo bastante bien, si, me dan ganas de hacer las cosas, y las hago, las hago muy bien sabe, sin embargo siento que algo falta, que todo sería mejor si no estuviera sola, aunque soy consciente que de mí depende mi felicidad, de nadie más.
-Entiendes que el también tiene que vivir ¿cierto? que pasarán muchas personas por su vida, que  no puedes pedirle que se cohíba de vivir por estar contigo.
-Sí, lo sé, y lo entiendo, y espero que siempre sea feliz, conmigo o sin mí, porque lo quiero por encima de todo.
-¿Y entonces?
-Y entonces no sé, a veces me siento sola, como que no me hallo en esto, como que necesito tener una excusa, un porque, algo, me he lanzado al vacío  miles de veces pero siento que en él encontré algo especial, siento que es como un tesoro muy valioso, y me gustaría compartir con él al menos un poco de mi vida y que él también lo hiciera. Tengo mucho, mucho para dar y lo doy todo, solo estoy buscando el amor, solo eso, solo que cada vez que trato de construirlo se me escapa de las manos.
-pero…
-Sabe, no sé porque le cuento esto, pero con usted siento confianza, una confianza extraña, ¿quién es usted?
- Eso no importa, te voy a decir algo… hoy te has dado cuenta de algo, cuando llegué tenías armonía en tus ojos, no había sufrimiento, no había angustia, debes dejar a la deriva tus sueños y dejarlos ser, sin pensar tanto, porque cuando piensas bloqueas todo lo que está destinado a ser y termina por no suceder, es como si tus sueños se hicieran realidad en tu mente y los vivieras intensamente en ella, los sueños entonces piensan que  ya no tienen necesidad de existir en esta realidad. Mi niña, eres como una mariposa, eres frágil y hermosa, pero tu aleteo puede mover mareas completas y destruir ciudades enteras. Mira, de ahora en adelante deberás vivir tu propia vida aunque lo des todo y ayudes a los demás, si lo haces no tendrás nada que temer, no te faltara nada porque no necesitaras nada.
- No sea tan bello, pero enserio, ¿cómo se llama usted?
-Lo realmente importante en este momento es que no se te derrita más el helado
Había olvidado el helado! lamí rápidamente su comisura y mi dedo índice que estaba embadurnado de crema, algunas gotas cayeron en mi pantalón, siempre me pasaba y hoy no era la excepción, me alegré de comer de nuevo mi helado y volteé a mirar al viejo para seguir conversando, no encontré a nadie, lo busqué con la mirada por todas partes y vi una silueta dando la vuelta en una esquina a tres cuadras, quise alcanzarlo pero entendí que aquel momento había terminado. No sé cómo caminó tan rápido, o si corrió, pero se hubiera visto ridículo si hubiera volteado a mirar antes, como si pensara: me voy a hacer el interesante y voy a desaparecer, que cliché. Pero la silueta iba apacible, como si el viento y su cuerpo no chocaran sino convivieran, que viejito más extraño, pensé y la última luz del día se escondió cuando desapareció por la esquina
Volví a mi departamento pensando en sus palabras, estaba decidida a hacer lo que el decía, debía vivir mi vida, ¿pero cómo uno vive su vida?, es extraño pero llevaba viviendo veintiséis años y no había vivido realmente ninguno de ellos, probablemente solo he vivido algunos días, probablemente solo viví algunas horas, como puede ser posible no vivir y morir a diario tantas veces, o probablemente los he vivido todos sin darme cuenta de lo que viví.
Aquella noche no sonó el teléfono, la televisión aullaba en estruendos y golpeteos, estaban dando una película de acción, yo no le prestaba atención, solo lo encendía para sentirme acompañada, tenía el cabello cogido y estaba cocinando un poco de pasta a la carbonara. Puse el mp3 con los audífonos del computador y coloque un bossa nova, combinaba muy bien para terminar aquel día, bailaba suavemente mientras el agua burbujeaba y la plasta se ablandaba poco a poco.
De repente, vi un brillo azul en el sofá, era él, era Andrés, como de costumbre tenía un brillo azulado, parecía que hubiera salido del televisor, me miro y me dijo:
-Hola, no me pude contener, oí que cocinabas y decidí entrar, espero que no te moleste, tú me diste la llave ¿recuerdas?
-Si claro, no te preocupes, ¿dónde estabas?
-Estuve en un bosque que no te imaginas, atravesé una montaña llena de pinos y el piso parecía un colchón rojo, el cielo era azul y me recosté a mirarlo un rato, creo que me dormí un tiempo, creo que todavía estoy soñando.
-¿Y que estas soñando?
-Todo es muy raro sabes, estoy en un hospital, estoy con mucha gente, mis familiares, mis amigos, incluso conocidos esta aquí, estamos todos recostados en el piso del hospital y estoy tomado de la mano con una chica, una ex novia del colegio, pero espera, hay algo raro, estoy como…estoy embarazado!!
Como, pero como demonios me voy a embarazar si yo no quiero tener hijos, que tonto, otra chica viene y se me acuesta encima, ella es la mamá del niño que tengo, siento que es un niño, yo me siento apenado con mi novia y la miro y le digo que me perdone  y me doy cuenta que ella también está embarazada, le digo que no se preocupe, que yo la amo y que vamos a luchar juntos por los cuatro, ella me dice que me ama, me aprieta la mano y cierra los ojos.
Miro al techo mientras todos duermen en el suelo del hospital, y me dan ganas de dormir también, cierro los ojos por un momento y los vuelvo a abrir y la escena cambia, me dicen que mi hijo ya nació y me miro y ya no tengo barriga, me estoy preguntando ¿pero como voy a dar a luz?, ¿por dónde? y le pregunto al doctor, él me dice que tuvieron que hacer una abertura en mi abdomen, es fácil mirarme porque tengo bata de hospital pero prefiero dejar así, pregunto por mi novia y él me dice que ya está pasando a sala de parto. Me acerco a la sala entre pasillos, estoy descalzo pero no siento frió, miro la sala y parece una vitrina, todo el mundo agolpado está mirando a la chica que se prepara para dar a luz, pero ya no es mi ex novia del colegio, ahora es una amiga con la que crecí y había visto últimamente en las calles, esta divina, tiene el cabello oscuro ensortijado, me dicen que salga del lugar mientras todo pasa y mientras ponen una cosa plateada para que ella ponga sus piernas ahí, ella me mira con amor y con miedo, y yo con la mirada le digo que no se preocupe, que todo va a salir bien, que yo siempre voy a estar ahí.
Salgo a dar un paseo y me encuentro en un callejón, hay muchas personas y todos están haciendo bromas y riendo, yo solo los veo, veo la oportunidad para hacer un comentario y todos ríen, así transcurren los minutos hasta que sale el doctor por una puerta de aquel callejón y me dice que entre, que ya nació mi hija, es una niña, entro por la puerta y me encuentro de nuevo en el hospital, el doctor me está esperando con la niña en la mano, es la niña más divina del mundo, tiene una cola puntiaguda y gruesa, sus  patas son de elefante y es muy pequeña, me cabe en las dos manos juntas, es como tres veces menos que una bebe normal, tiene también la cara de una muñeca de porcelana, y un brillo que emana de ella  color rosa con amarillo, le digo que es divina y le doy un besito en los labios, siento que es mi abuelita sabes, es extraño, le doy la niña a una tía que pasaba por ahí.
Voy a buscar a la mamá, busco entre los pasillos la habitación, por fin la encuentro,  ella esta recostada en la cama y mi mamá y  la mamá de ella le están ayudando a recoger algunas cosas de la cama porque ya nos debemos ir, se levanta poco a poco de la cama y miro su rostro, ya no es mi amiga, es una prima con la que me daba besos en la infancia, ella comienza a recoger también las cosas de la cama, son joyas, alfileres, puntillas y los mete en frascos de vidrio, observo los reflejos del vidrio mientras ella mete todo, solo miro, miro por mucho tiempo, solo miro…. ya es hora de despertar.
Ningún rayo entra por la persiana, busco la hora en el celular que está debajo de la almohada, son las tres de la mañana y treinta minutos, es hora de soñar de nuevo.
-Andrés….
El me miró y no me dijo nada más, yo lo abrace  y lo besé, el me abrazo con fuerza como si quisiera que no me fuera, sentí cosquillas mientras el brillaba con ese azul celeste, miré el espejo frente a nosotros y formamos un triángulo.
Le dijé que le pusiera cuidado a la pasta y me entré a bañar.
Urielk

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