AQUELLAS TARDES ROJAS - PARTE 1


-Alo?
-Si alo con quien hablo?
-Si por favor Andrés?
-Si pero con quien hablo
-Con una amiga, es que nos quedamos de ver ahí en la 33 y nunca llegó
-Ah! tu ya sabes cómo es Andrés, nunca se sabe dónde está ni que hace
-No, no sé, lo acabe de conocer hace unos días y me dio su número por si las moscas, pero él me dijo que ahí en la 33
-Nena olvídate de eso, solo fue un mal sueño, un invento y tú lo sabes, él es humo, y el humo se esfuma
-Qué?… como así, mire si es una broma no pues chistosísima si,  ja    ja    ja, páseme a Andrés hágame el favor
-Que aquí no vive ningún Andrés niña!! y ya deje de llamar!
                                                                               …
Froté suavemente su rostro tumbado en la almohada, era de esas blancas tipo hotel que tanto disfruta la piel, su cara miraba ausente hacia el otro lado, a la ventana, tenía unas ojeras de no haber dormido en días, sus pupilas dilatadas reflejaban las aves que cruzaban velozmente los edificios para llegar al parque a desayunar, todas las mañanas picoteaban ferozmente esas migajas que les dejaba el viejito,  ese que es todo cascarrabias. Me acerque sobre su espalda para ver si ya estaba despierto y sí, efectivamente, seguía dormido, estaba ausente solo que con los ojos abiertos, no sé por qué me extrañaba si así lo conocí, ay esa tarde de enero, no se si fue tormentosa o mágica, tengo sentimientos encontrados cuando pienso en ese día, pero los disfruto, y obviamente si no hubiera sido él no estaría aquí, en mi cama, a mi lado, a 2 milímetros de la punta de mis dedos, yo no podría acariciar su cabello negro ni darle vuelticas así con el dedo, no podría sentir los huesos de su espalda ni abrazarla así como si fuera un muro antiguo.
Me levanté de la cama con una alegría inmensa, mi cuerpo cansado destilaba amor y sudor, sudor oscuro, sudor de noche, de noche roja y ruidosa, de noche inolvidable… (Suspiro), hacia tanto que no aparecía y que me hiciera el amor de esa manera era como un descanso para mi cuerpo y mi suplicio. Fui al baño porque tenía muchas ganas de orinar, hacia varios días que no podía, tenía cistitis pero fuck no podía aguantar más, tenía que intentarlo aunque me doliera, es como un dolor amarillito ácido pero ….. aaaa! que descanso, este día mejoraba cada vez mas.
Puse a Amy Winehouse con su Rehab en el celular,  que canción más deliciosa.  Me mire al espejo, ¡estaba hecha un desastre!, mis ojos tenían la pestañina toda corrida y mi cabello parecía un nido de pájaros, pero no importaba, tenía una sonrisa imborrable en mi boca, Andrés estaba en mi cama, en mi cuarto, a tres metros caminando, a seis pasos, a quince de puntitas, no lo podía creer, pero debía dejarlo dormir; me mire al espejo de nuevo, me sentía la mujer mas hermosa y amada del mundo, en este momento era la mujer de mi vida.
La luz se colaba mágicamente por la rendija de la ducha e iluminaba todo con sus sutiles reflejos sobre los azulejos, me creía modelo de propaganda contoneándome, cantando y dando palmadas al ritmo de la música por todo el baño , el único detalle era que debía bañarme para que también oliera a modelo de propaganda.
Abrí la llave caliente y la pared vibró un poco mientras subía el agua por la tubería, pequeñas gotas se asomaban por la carita que se forma en la punta de la ducha, bajé mi cabeza haciendo una mueca esperando a que las gotas cayeran sobre mi piel mientras miraba la luz reflejada en los azulejos, duré como cuarenta segundos antes de sentir el agua correr por mi rostro, enserio que tenía una maraña en vez de cabello, cada gota se perdía en medio de esos tubos castaños, deslizándose suavemente por ese laberinto, todos tarde o temprano se estrellaban con mi cuero cabelludo o encontraban una salida directa a mi frente, caían lentamente refrescando cada poro de mi sudorosa piel, sentía como si fueran cubos de hielo tibio recorriendo el desierto, andaban lentamente por mis valles, haciéndose bolitas en las laderas, suicidándose en cada uno de mis precipicios, los que tomaban otra ruta se veían esforzados por mis montañas, todos trataban de subir por aquellas perfectas formas, desaceleraban un poco mientras trataban de llegar a los cerezos que las repuntaban, y luego de conquistarlas caían placidos dirigiéndose hacia mis cordilleras, ellas les indicaban un camino curvo hacia un oasis donde se encontraban con mas gotas, y cuando el oasis rebosaba las perdía de vista bajando por aquella colina que dirigía al océano, donde todas terminaban perdiéndose por unos días, unos meses, unos años, unos minutos, unos segundos, y de donde todas salían para seguir su recorrido por mis piernas hasta llegar a las raíces de mi paisaje.
Yo veía como terminaban su viaje, todas y cada una se ocultaban para morir en ese sol negro que se lo traga todo, todos los hielos tibios se iban, todas las gotas caían, incluso las rojas que chocaban vertiginosamente en la baldosa blanca, se parecía a la sangre de blanca nieves, mierda, me sangraba de nuevo la nariz, no otra vez no por favor, dame un descanso, el día era perfecto no quiero que se eche a perder, quiero hacerle un jugo de mandarina y tostadas a Andrés y que sonriamos toda la mañana viendo las aves pasar y oyendo la televisión, no me importa que tenga cara de zombie, de ausente, de viajero, solo no quiero estar sola de nuevo. Mientras pensaba esto, el sol negro, el del suelo, se iba haciendo cada vez más y más y más y más y más grande hasta que termino por oscurecer todo.
Todas las gotas rojas se agrandaron hasta el punto de hacerme parecer una hormiga, luego se unieron y crearon un pozo en el que me ahogaba, mi cuerpo flotaba en medio de ese líquido rojo, me ahogaba en medio de ese pozo y yo no hacía nada por salvarme, era un descanso, tal vez ya quería morirme, tal vez ya no quería estar más así, ni tener un cuerpo, ni que me sangrara la nariz, ni estar de nuevo sola en aquellas tardes rojas. Sin embargo no podía, y algo me obligaba a respirar, quizás eran mis pulmones, o quizás solo quería ver de nuevo esos azulejos brillando para mí. Abrí de golpe mis ojos y nadé con todas mis fuerza hasta la superficie, nadé unos cuatro o cinco metros y logré asomar mi rostro fuera del líquido, ahogué mis pulmones con la mayor bocanada de aire desde mi nacimiento y me sostuve de la orilla de la tina, estaba a salvo pero noté que algo faltaba, mis piernas estaban, el espejo estaba, mi cabello ya desenredado estaba, la música estaba, ¿que era? qué demonios era lo que faltaba y me hacía sentir tan incompleta y luego lo entendí, miré mi cuerpo y ya no tenía aquellos visos mágicos que tanto me gustaban, aquellos azulejos se habían perdido, me sentí inmensamente triste.
-Maldita sea porque todo lo que amo se aleja de mí! porque, porque , porque !!!
Balbuceaba en un grito triste y sordo
-Tengo tanto amor para dar pero es que… Pero es que no sé dónde ponerlo nosedondeponerlo nosedondeponerlonosedondeponerlo.
Mi voz se perdió en palabras sin sentido y luego sentí una gran ira que se apoderaba de mí, reluciendo sobre esa triste tristeza, golpeé entonces con fuerza el borde de la tina, mi mano se fisuro, yo la miré un poco extrañada por que no sentía dolor, luego sentí una gran presión y se rompió en siete pedazos, los pedazos cayeron en las baldosas haciendo sonidos circulares, de cada pedazo comenzaron a brotar unos pequeños filamentos verdes, como tallos de plantas, los pedazos de porcelana todavía bailaban cuando comenzaron a crecer raíces y troncos y flores y ramas, un árbol maduraba enfrente mío en solo segundos, era magnifico. Los pedazos comenzaron a sonar un poco más graves cuando las ramas hacían como si quisieran parir algunas manzanas, yo me levanté apoyada en mi otra mano mientras escurría toda la sangre por mi cuerpo, todo ese rojo contrastaba con el blanco antiséptico del baño, subí delicadamente mi pie y lo apoyé desnudo sobre la baldosa sin quitar la mirada de un árbol, el del centro, parecía tener unos cuarenta centímetros más o menos, era como un bonsay, miré atentamente mientras apoyaba mi otro pie y me agachaba para ver más cerca el parto, un juguito blanco salía de la punta de una rama, parecía una membrana de pescado coagulado que se hacía bola, luego que se condensaba y tenía una textura más o menos solida comenzaban a brotarle puntos de varicela, esos puntos rojos se miraban coqueteándose y se reproducían por placer pintando toda la bolita hasta que se hacía roja por completo, y allí estaba, una perfecta y roja manzana miniatura en la punta de aquella diminuta rama.
Quise arrancar ese fruto, sentí una necesidad inexplicable de comer aquella cosa roja y brillante y deliciosa manzana jugosa, quise masticarla, saborearla, jugar con mi lengua y pasarla por debajo y por encima y que rozara mi paladar mientras liberaba todo su jugo, era inexplicable la atracción que sentía, era como si la sabiduría del mundo estuviera contenida en ese fruto, en el interior de su membrana, yo… yo… yo solo quería sentir el placer de seguir ese impulso. La tomé con la punta de mi pulgar y la punta de mi índice derecho y noté que mi mano, la que se había roto, ya había sanado y estaba como nueva, traté de arrancarlo suavemente esperando ese crack de la rama, tenía cosquillas en la vagina mientras halaba… unos segundos después me di cuenta, no hubo un crack, las cosquillas no se fueron, pero el árbol comenzó a marchitarse. Sus ramas se volvieron grises y endebles, su tronco se volvió como gelatina, no burbujeaba, no se pudría, solo se hacía más delgado mientras se volvía gris y  tambaleo hasta caer. Sus raíces se encogieron y dejaron de abrazar la porcelana, sin embargo la porcelana ya no estaba sobre la baldosa, sino sobre algo amarillo que palpitaba, parecía un intestino, tenía un líquido rojo viscoso y seco, me dio un poco de asco y me asusté, ¿porque ya no estaba la baldosa?, quise ampliar mi visión y me enderecé y vi costillas y piel, era el abdomen de una mujer abierto de par en par flotando en la tina llena de sangre con el árbol marchito en el medio, quise devolver el fruto pero ya era tarde, del torso emergía un olor fétido y mientras palpitaba despegaba los órganos un poco, seguí la mirada hasta el cuello en el que se dibujaba un perfecto contorno de sangre, el contorno se agrando un poco cuando un rostro emergió del líquido, era yo!!!!!!
Mis ojos no me quitaban la mirada, me seguían con esas pupilas penetrantes, yo trataba de esquivarla pero algo me unía a ellos, como si conocieran hasta la más mínima comisura de mi pasado, mi boca en ese cuerpo se abría para tratar de decirme algo pero sus movimientos erráticos no podían pronunciar palabra, asustada metí el fruto en mi boca que era su boca, ya sabia quién era quién, salí corriendo tan rápido como pude, resbalándome por la sangre en el suelo, mi cuerpo mientras tanto chapoteaba con fuerza tratando de salir de la tina, llegué a la puerta y la halé con fuerza, agitaba la perilla desesperada pensando que aquel cuerpo extraño me alcanzaría en algún momento, en medio del pánico logré girar la perilla y cuando abrí la puerta todo se ilumino.
Mis ojos extraviados trataban de enfocar y solo veían visos, esos hermosos visos que se reflejaban en la ducha y en mi cuerpo, aquellos visos que solo podían dar mis amados azulejos, me levanté sobresaltada de la tina, trate de cerrar la perilla de la ducha mientras me levantaba con dificultad, la cabeza me daba vueltas, ¿que había pasado?, ¿porque estaba en el suelo?, repase todo lo que sucedió y me acorde de Andrés, Andrés!!!!!!!  Andrés y el desayuno que no le hice, el desayuno que igual le iba a hacer porque yo también tenía mucha hambre, me acordé de las palomas y de sus pupilas dilatadas y de las sábanas blancas, salí corriendo y cuando di los seis pasos necesarios para llegar a la cama, los quince en puntitas  y llegué donde él estaba, yo lo ví, era él, era la forma de su espalda, ahí estaba ese muro antiguo y amorfo reposando dentro de las cobijas como un bicho que no quiere salir de su crisálida, sentí una paz inmensa en el alma, pensé que se había ido, me acosté en la cama  con una alegría renovada y me abalancé sobre él para despertarlo, para verle su carita de zombie, y cuando quise descubrir su cuerpo no encontré más que sabanas  en desorden, Andrés, mi amor, Andrés se había ido y me había dejado con esa soledad que no se va y que me carcome el alma, me levanté para abrir la puerta del departamento para ver si lo alcanzaba y me vi envuelta en sangre seca, todo mi cuerpo estaba cubierto por sangre cicatrizada, sentí una tristeza inmensa, un camión en mi pecho, un mundo en el espacio, y me acosté a llorar.

Urielk

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